Tuesday, November 30, 2010

Cambio Climático desde Kioto y más allá de Cancún

Se requiere cambio en el clima de la negociación o llegaremos a Río+20 sin acuerdos que se sostengan.

Las negociaciones internacionales en cambio climático siguen entrabadas porque el enfoque de los negociadores sigue basándose en las posiciones y no en los intereses de las partes. Esta estrategia solo consigue acuerdos inertes que logran poco, en muchos casos a un costo muy alto pues la pérdida de confianza entre las partes involucradas es una consecuencia inevitable. Lo resultado en la COP 15 del cambio climático con el Acuerdo de Copenhague es un vivo ejemplo de esto pero no es el único entre tantos acuerdos multilaterales desde la gran cumbre de Estocolmo en 1972.

Por otra parte, los acuerdos logrados partiendo de intereses rompen con el esquema de llegar a la mesa a negociar con una posición inflexible. El ejemplo clásico es la Convención de Viena para la protección de la capa de ozono de 1985. Sin embargo, tales acuerdo no son fáciles de alcanzar ya que requieren de una sólida confianza entre las Partes.

Pesimismo y poca confianza. El déficit de resultados en las negociaciones internacionales, pasando por Río y Johannesburgo, han hecho que muchos califiquen las mega-conferencias como “circos con una causa seria”. Si bien ha habido avances en algunos de los temas ambientales globales, en materia de cambio climático estamos estancados desde 1997, tanto que con el protocolo de Kioto no se ha avanzado mucho en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero ni en materia desarrollo a través de mecanismos limpios.

Cabe preguntarse entonces si las grandes conferencias valen la pena. A pesar de lo que se asemejen a un circo, estas conferencias trascienden más allá de la mesa de negociaciones. Son el sitio por excelencia para encuentros, la creación de redes de contactos, movilizar intereses y presentar ideas. El déficit de estas conferencias no está en el tumulto de las gentes en las calles o en lo discutido en los eventos paralelos a las negociaciones oficiales. El déficit parte de un proceso de más de treinta años de negociaciones inconclusas basadas en posiciones mezquinas. Ahora con la agenda de cambio climático se pretende resolver el acumulado de acuerdos incompletos para reparar muchos de los problemas globales en materia de ambiente y desarrollo.

Actualmente el clima de las negociaciones está lleno suspicacia, ofrecimientos sin cumplir y dramatismo “palmodigital”, rodeado de una maraña de temas inmanejable. Si a la llegada de la COP15 se hablaba de optimismo lánguido, el encuentro en Cancún está cargado de un pesimismo abrumador.

Como consecuencia, la negación se ha convertido en el argumento, está venciendo a la razón y nos empuja a todos a un callejón sin salida. Su mejor aliado es el daño a la mutua confianza. Es la respuesta más fácil que nos queda, ante la inocente pregunta de por qué no se puede lograr acuerdos sostenibles, que traiga soluciones reales en la escala de tiempo y espacio, ante las imponentes amenazas del cambio en la atmosfera terrestre.

Hacia Rio+20. Todos sabemos que la agenda de Cambio Climático tiene múltiples aristas que unen los temas de pobreza, financiamiento e inversiones para el desarrollo, comercio exterior, transferencia de tecnología, propiedad intelectual, bosques y biodiversidad, recursos marinos, derechos de las comunidades indígenas, etc. Los mismos temas de los últimos treinta años de negociaciones multilaterales.

También sabemos que para resolver estas agendas habrá externalidades (beneficios y costos) cuyo manejo requiere de acciones colectivas y de cooperación. La acción conjunta en asuntos internacionales no es fácil de logar, especialmente si en los recurrentes “juegos” diplomáticos los resultados siguen siendo dominados por estrategias de cooperación, represalia, remisión y reanudación de acercamiento al mejor estilo “Tit for Tat” de Anatol Rapoport.

Pero no hay mucha innovación en el fondo de los asuntos a tratar en Cancún, ni en la estructura, ni en el proceso, puesto que la agenda sigue siendo parte del discurso Norte-Sur. En la estructura global, EE.UU., UE, y Rusia siguen siendo principalmente los que buscan acercamientos hacia los países en desarrollo, por tanto así se definen las agendas. Sin embargo, nuevos agentes como China, India, Brasil, y los países árabes están galanteando a muchos alrededor del mundo (también Venezuela en menor escala). Lo que parece novedoso es un cambio en la actitud de los negociadores, que ahora escuchan recelosos los cantos de sirena, sospechosos de las invitaciones a la cooperación.

Es urgente un cambio en las negociaciones internacionales. La nueva diplomacia para desarrollo debe basarse en acercamientos que busquen avanzar los intereses de unos al mismo tiempo que se avanzan los intereses de otros. Esto requiere un alejamiento de las posiciones rígidas. Para poder evitar el aumento de la temperatura global más allá de 2 grados C, es imperativo que en Cancún se resuelvan los temas de la caducidad del protocolo de Kioto después del 2012, los compromisos financieros para acciones de adaptación y mitigación, y los mecanismo de monitoreo, reporte y verificación de esas acciones. Pero ante todo es necesario recuperar la confianza entre todos los actores Esperemos con optimismo terco un cambio en el clima de las negociaciones en Cancún, y mejores resultados rumbo a la cita de Río+20 y más allá.

No comments: